LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

EN LA NOCHE DEL 10 AL 11 DE NOVIEMBRE DE 1938 SE SUCEDIERON EN CIUDADES DE ALEMANIA Y AUSTRIA UNA SERIE DE ASALTOS CONTRA SINAGOGAS, ESTABLECIMIENTOS Y CIUDADANOS JUDÍOS POR PARTE DE LAS SA, TROPAS DE ASALTO DEL HITLERIANAS Y MILITANTES DE IDEOLOGÍA NAZI.

LA LLAMADA Kristallnacht

​LA LLAMADA KRISTALLNACHT FUE UN PROGROMO DESEADO POR LOS NAZIS Y QUE SE RELATA EN LA NOVELA PINGÜINOS EN PARÍS, ASÍ COMO SU INICIO.QUE SERVIRÍA DE ESCUSA A LOS NAZIS.

La historia de Herschel Grynszpan, un judío polaco de nacionalidad alemana y su relación amorosa con un funcionario de la embajada alemana en París, llamado Vom Rath y su posterior asesinato a manos de Grynszpan se cuentan en la novela.

Herschel Grynszpan, detenido después del atentado contra Vom Rath

En esta misma página he contado lo pormenores de la terrible noche y los hechos que condujeron a ella, podéis ampliar datos en los siguientes enlaces.

El suicidio de Hitler

Se cumplen hoy 75 años del suicidio de Adolfo Hitler, un loco que llevó al mundo a un desastre de colosales proporciones.

En principio nada tiene que ver con La Nueve el fanático líder alemán -austriaco, para ser exactos -salvo que, los de La Nueve y tantos otros españoles en las filas del ejército aliado y en las de la resistencia, hicieron correr a las tropas nazis desde Écouché y París hasta el Nido del Águila, por toda Europa.

La Historia ya ha juzgado al criminal nazi, por eso hoy se celebra su muerte. No la de un ser humano, que siempre es de lamentar, sino la de un asesino, cuyas órdenes llevaron a la muerte a millones de personas.

75 aniversario de la muerte de Adolf Hitler, así fueron sus ...

Fue alrededor de las tres y media de la tarde. No quiso recibir a Magda Goebbbels que trataba de quitarle la idea del suicidio de la cabeza. Encerrado en su despacho, junto a su ya entonces esposa Eva Braun. tomaron la decisión de dejar este mundo.

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El Búnker, detrás de la Cancillería. Foto: Un paseo por la Historia

Poco después sonó un disparo. Su asistente, el Sturbannfürher de las SS Otto Gunsche, se encontró con los cuerpos de Hitler y Eva sobre el sofá. La pareja se había tomado sus cápsulas cianuro, de las el propio Hitler había repartido entre el personal que permanecía todavía en el búnker. Eva había muerto de una forma rápida, pero el dictador acabó con sus ahogos y retortijones con un disparo a la cabeza de su pistola Walther PPK, la que utilizaban los SS y la policía alemana.

Sus cadáveres fueron rociados con gasolina e incinerados. Cuando las fuerzas soviéticas llegaron a la Cancillería y encontraron el búnker, sólo pudieron recoger los cuerpos calcinados.

Museo en Berlín exhibe réplica del búnker de Hitler
Réplica del despacho de Hitler en el búnker. En un Museo privado de Berlín

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A 51 años de la caída de Berlín | PRML
El Búnker de Hitler a través de la historia
Ruinas del búnker. Foto: Un paseo por la Historia.

Contaban algunas leyendas que Hitler había preparado su huida y se había refugiado en Sudamérica. Otros aseguran que parte de los restos se encuentran en Moscú. Nadie ha podido confirmar ni un extremo ni el otro y el dictador desapareció para este mundo aquella tarde de ahora hace 75 años.

Un ex agente ruso afirma que Hitler huyó a Sudamérica | History ...
El supuesto Hitler sudamericano

Historia: La conspiración sobre la muerte de Hitler que se ...

Aniversario de la Liberación de París

Ayer se cumplió el 75 aniversario de la Liberación de París de la ocupación nazi.

En esta página de mi novela sobre los combatientes de La Nueve, podréis encontrar hechos históricos de los distintos pasajes de la novela. En particular el del momento de la Liberación de París que hoy se conmemora y el de ayer cuando la novena compañía de la División Leclrec, compuesta en su mayoría por combatientes republicanos españoles, entraron los primeros en la capital.

Algunos componentes de La Nueve en Inglaterra antes de embarcar para el Continente.

Aquí podéis encontrar los nombres de todos los half-track y otros vehículos de La Nueve y descubrir nombres españoles en otros vehículos de la División Leclerc.

De Gaulle pasando revista a los libertadores de París. Los Cosacos, era el nombre que recibían los componentes de LA NUEVE, a los españoles de la División Leclerc se les conocía como: Los Pingüinos

También podréis leer historias reales de mujeres y hombres relacionados con la historia de La Nueve y de aquellos convulsos momentos de la Historia.

El Cap Serrat, uno de los vehículos de La Nueve

Giorgio Caproni en Pingüinos en París

Giorgio Caproni

Giorgio Caproni fue un poeta italiano nacido un 7 de enero de 1912 en Livorno (Italia)

No hay dos sin tres, y con Giorgio se cumple el adagio. El protagonista de mi novela – Hugo Martínez –  encuentra en Livorno, recién proclamada la República española, a dos grandes amigos que le acompañarán en muchos de los avatares que se describen en las páginas del libro, uno de ellos es Caproni.

 

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Foto de la biblioteca Labronica de Livorno

Giorgio es un poeta que cree en el ser humano como vehículo de liberación, hermandad y amistad, también es un maestro – su profesión – en trasmitirlo. Antepone la idea y la razón a la fuerza del fanatismo y si el destino le arranca un amor o le destruye un poema, la fortuna le compensa con mejores versos.

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Tonica, terza, quinta,
settima diminuita.
Resta dunque irrisolto
l’accordo della mia vita?

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NOTA DEJADA ANTES DE NO IRSE

Si no volviera,
sabed que nunca
partí.

Mi viaje ha sido
quedarme donde estoy,
adonde nunca fui.

PROPÓSITO

Hace frío en la historia.
Me gustaría largarme. Adonde,
también yo, con mi fusil descargado,
pueda gritar: «¡Viktoria»!

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SUSPIRO

Ah, poesía, poesía.
Tristísima copia
de palabras, y fuga
del alma mía.

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Está enterrado junto a su esposa en Loco di Rovengo, uno de los lugares de la novela.

CONCESIÓN

Concesión
Tirar a la calle, cada obra en verso o en prosa.
Nadie ha logrado decir nunca.
Lo que es, en su esencia, una rosa

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Endre Ernő Friedmann o Robert Capa, en Pingüinos en París

Endre Ernő Friedmann o Robert Capa, nombre por el que todo el mundo le conocía, nació tal día como hoy, un 22 de octubre de 1913, en Budapest.

La capital húngara era por aquel entonces una de las capitales europeas con más prestigio y glamour. Había nacido con la unión de la antigua ciudad de Buda (Óbuda), capital del reino húngaro desde el siglo XIII, salvo el período de ocupación turca durante siglo y medio (1541 – 1686), y la ciudad de Pest, en la margen opuesta del río Danubio. Su reputación creció dentro del Imperio Austro-Húngaro. Cuando Endre Ernő Friedmann vino al mundo era conocida como La perla del Danubio. Sus palacios, plazas, calles, cafés, baños termales y parques y, sobre todo, su metro – el primero de la Europa continental -, inaugurado en mayo de 1896, le concedían un empaque comparable a París o Viena. Pero en la Primera Guerra Mundial con la derrota de los Imperios Centrales, inició su decadencia.

 

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Castillo de Buda a principios del siglo XX

 

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Estación Nyugati en Budapest

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Dos vistas del Puente de la Libertad en los años 20

 

Endre Ernő Friedmann nació bajo un Imperio, jugó de niño en la República Popular de Hungría, creció en la República Soviética Húngara y se hizo adolescente en el Reino de Hungría. Convertido en incipiente fotógrafo, emigró primero a Berlín y luego a París. El resto de su historia es de sobras conocido y aparece en cualquiera de sus extensas biografías.

Endre Ernő Friedmann o Robert Capa, como prefieran, es uno de los grandes personajes de Pingüinos en París y allí podrán leer su emocionante periplo por la Guerra Civil Española, por la Segunda Guerra Mundial y sus relación con otros personajes de la novela, sobre todo con la que sería su pareja sentimental y el gran amor de su vida, Gerda Taro.

Más información en estas entradas de la página:

La última foto de Capa

El apartamento de Gerda Taro y Robert Capa en París, fotos exclusivas

Historia de Robert Capa, parte primera

Historia de Robert Cpa, parte segunda

Historia de Gerda Taro

Fotos de Garda Taro y de Hans Gutmann

La última foto de Gerda Taro

Treinta años del fallecimiento de Joan Pujol

El pasado día diez de octubre se cumplieron treinta años del fallecimiento de Joan Pujol, personaje de «Pingüinos en París» y uno de los grandes espías del siglo XX.

 

Para leer su historia

 

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Foto familiar de antes de la Guerra Civil Española.

 

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En el centro, con dos amigos antes de la Guerra Civil. Foto del Diario Vasco

Joan Pujol García, con uniforme del 7° regimiento de artillería liviana español, durante su servicio militar en 1931, antes del estallido de la guerra civil.

Durante su servicio militar en 1931.

 

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Pujol y su primera esposa Araceli, ambos personajes de la novela.

 

 

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Con su esposa Araceli.

 

 

 

Identificación de Araceli González, hecha pública este miércoles por el Archivo Nacional Británico.

 

Las fichas consulares  tapaderas de Araceli y Joan Pujol.

 

Joan Pujol “Garbo”, cuando trabajaba para el MI5 con el nombre en clave “Garbo”

Como «Garbo» el nombre clave que le dio el MI5

 

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Con Araceli en Venezuela donde emigraron de incógnito terminada la Guerra Mundial en 1945.

 

 

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Su pasaporte en el exilio venezolano.

 

 

 

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Condecorado por los ingleses a su vuelta a Europa. Palacio de Buckingham 1984

 

 

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A su regreso a Europa después del largo exilio. Embajada alemana. Año 1984

 

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Joan Pujol García en 1984, durante su entrevista en TV3

 

Joan Pujol García, alias "Garbo". Doble agente español al servicio de los británicos en la segunda guerra mundial. Caracas, 23-06-1986 (PEDRO GARRIDO / ARCHIVO EL NACIONAL)

ARCHIVO EL NACIONAL. Caracas 1986

 

14 de septiembre en la Cartuja Baja, Zaragoza.

Hoy 14 de septiembre es el aniversario de unas muertes dolorosas e inútiles ocurridas en el barrio de la Cartuja Baja de Zaragoza. En Pingüinos en París relato esta historia y quiero que sirva de homenaje a los que murieron y para que jamás vuelva a repetirse.

 La Cartuja, Zaragoza, 1936. La huida

Manuel Garcés, Martín y Paco prepararon lo imprescindible para escapar de la Zaragoza ocupada. Sabían que, apenas una docena de kilómetros al este, se encontrarían con las milicias anarquistas procedentes de Barcelona que pretendían reconquistar la capital maña. Así que decidieron tratar de llegar a Pina de Ebro en poder de la Columna Durruti. Hablaron con el alcalde socialista del barrio, Vicente Martínez.
– Deberíamos irnos todos, esta gente fusila a mansalva – le dijo Martín.
– No podemos abandonar a nuestras familias. Supongo que, después
de este agosto de pesadilla, se les habrá calmado la sed de sangre.
No hemos hecho nada, salvo tener ideas propias – respondió el alcalde.
– Ahí les duele. Cualquier idea que no sea fascista no la entienden.
– Hasta ahora no ha habido represalias en La Cartuja.
– Sí, aunque los falangistas de María de Huerva buscan acojonar a toda la periferia.
– Eso es cierto, aun así, nos quedamos. Solo puedo desearos que tengáis cuidado con las patrullas y mucha suerte.
– Lo intentaremos.

Martín lo tenía ya hablado hacía varias semanas con Carmen, ella y las niñas abandonarían La Cartuja y se trasladaría a la calle Triana de Zaragoza en el barrio de Torrero, donde vivían los padres de Martín. Besó a las niñas y prometió a Carmen que en cuanto terminara la guerra volverían a estar juntos en una República consolidada y libre de golpistas. Se reunió con Paco y Manuel y empezaron a andar hacia aquella frontera que separaba dos concepciones de vida; el barrio cartujano fue quedando escondido entre las primeras penumbras.
Tenían que recorrer unos cuarenta kilómetros, siempre paralelos a la carretera de Castellón, sin acercarse demasiado a las poblaciones. Seguirían la ribera del Ebro por la zona de los galachos y pasarían al otro lado por un frente de guerra que partía en dos todo Aragón. Era una primera línea de combate que dividía dos mundos radicalmente opuestos en una franja de apenas cinco o seis kilómetros.
En el oeste, los sublevados imponían el terror del régimen fascista de Burgos, devolviendo las tierras y los privilegios a gentes que nunca las habían amado, por lo menos no tanto como los agricultores.
Un mundo piramidal cuyo símbolo era la cruz y la espada,
dos dignos iconos que, en manos equivocadas, son el tripalium entendido como instrumento de explotación y tortura para obreros y campesinos, como en la antigua Roma lo fue para los esclavos. En el este, pueblos que abrazaban las ideas más avanzadas del comunismo libertario, colectivización, anulación de la propiedad y agnosticismo o ateísmo y cuyo símbolo era la bandera negra y roja del anarquismo y que entendían el tripalium como la etimología de la palabra trabajo.

En La Cartuja, Teodoro Moreno Ginés, jornalero y militante de la CNT, se hallaba de visita a sus hermanos para ayudarles en unas obras familiares. Vivía en Barcelona hacía ya unos cuantos años, y pasar un tiempo en su lugar de origen le pareció una excelente idea. La sublevación militar le pilló tomándose unos vinos en el Casino Republicano con los Clavería, amigos de infancia y de charanga. No podía regresar a Barcelona sin atravesar aquella frontera que separaba dos concepciones sociales radicalmente opuestas y decidió esperar acontecimientos.
El lunes 14 de septiembre amaneció tranquilo y despejado. El barrio zaragozano olía a pan recién hecho. Un hombre lo traía de Zaragoza para que su cuñado lo vendiera en la pequeña panadería del barrio. Era un tipo sencillo que todavía no tenía claro cuál era la situación que estaba viviendo la ciudad; él se limitaba a hacer su trabajo diario.
Sobre las diez de la mañana apareció una camioneta con varios hombres con monos de guardias civiles que traían una lista con nombres, a buen seguro fruto de una delación. Primero fueron a por el alcalde Vicente Martínez y le detuvieron. Luego, se dirigieron a la tienda que regentaba Florentín Clavería, en la que se vendía desde una aguja hasta un tonel, le pillaron entre tomates y verduras que ofrecía a unas clientas. Corrió la alarma por todo el barrio. Los supuestos componentes de la Benemérita encaminaron sus tristes pasos a la vivienda de los Moreno, conocidos cenetistas. La casa estaba al otro lado de la carretera entre dos graveras de cerca de cinco metros de profundidad y del tamaño de un campo de fútbol. Era una casa de campo de un solo piso, como las que representa cualquier niño en la escuela. Techo de tejas rojas de dos vertientes, una puerta central, una ventana superior en la fachada y una gran higuera al lado.

Advertidos por algunos vecinos los Moreno se escondieron en las ramas protectoras de la higuera. El suboficial al mando llamó al portón con brusquedad. Abrió una mujer con aspecto asustado.
– ¿Eusebio Gómez y Manuel Moreno? – dijo, sin tan siquiera identificarse.
– Están regando los campos… En el Pedregal o en Peñas Abantos.
El cabecilla de grupo la miró con incredulidad. Toda la escena era contemplada desde la higuera por Eusebio y Manuel que apenas respiraban. El suboficial hizo una señal para que dos de sus hombres entraran en la casa. Al cabo de unos minutos aparecieron de nuevo.
– No hay nadie – dijeron, encogiendo los hombros.
– Bien, en cuanto aparezcan que se presenten en la plaza. Si no, volveremos a por ellos – amenazó el sargento a las asustadas esposas.
Salió el grupo, un tanto frustrado por lo infructuoso de la búsqueda,
y como una burla del destino se toparon con Teodoro que iba a advertir a sus hermanos.
Una camioneta de puertas amarillas, custodiada por dos números de la benemérita, esperaba en la plaza. Obligaron a subir al alcalde y a los otros dos arrestados. Apareció otro piquete con el presidente y el secretario del Casino Republicano y el panadero zaragozano que, por un error de identidad y pese a su insistencia de que estaba allí solo de paso, había sido también apresado, “Yo soy Eduardo”, repetía atemorizado. Por último, cumplimentaron su ingrato cometido con la detención del practicante del barrio Manuel Gutiérrez, que era miembro del PCE. Se les dijo que iban a ser interrogados en Zaragoza. Mientras tanto, Manuel Moreno y Eusebio Gómez
bajaron del árbol, cogieron cuatro cosas y escaparon a Torrecillas para intentar llegar a la zona republicana.
La camioneta con los presos tomó dirección a la capital, hacia el barrio de Torrero. Los prisioneros sintieron una incontenible angustia al ver la silueta de cárcel. Sin embargo, la comitiva prosiguió su marcha por la carretera de Valencia. Atravesaron varias localidades hasta llegar a María de Huerva, entonces se desviaron dejando atrás los arrabales del pueblo. El camión se detuvo en el lado izquierdo del llamado Barranco Salado en un punto de la intersección de la vía del ferrocarril. Los pretendidos guardias civiles descendieron del vehículo, abrieron el portón para que bajasen los detenidos y sin mediar palabra fusilaron a todos los prisioneros.
En aquel mismo momento Manuel Garcés, Martín y Paco Bernal
llegaban a un meandro de escasa profundidad, pese a la crecida
que había tenido lugar aquella primavera. Una vez en la orilla republicana, entre Osera y Pina, esperaron los primeros destellos del amanecer; hubiese sido muy arriesgado tratar de encontrar a las milicias por la noche. Así que, al aparecer las primeras luces, enarbolaron una bandera blanca y otra cenetista y caminaron unos cientos metros hasta que una patrulla de la columna Durruti les dio el alto. “Salud, camaradas, tierra y libertad”, gritó Martín. Apenas dos horas después ya eran miembros de las fuerzas anarcosindicalistas de Aragón.
Por su parte, Manuel Moreno y Eusebio Gómez tuvieron menos suerte. Se despertaron al amanecer para proseguir su camino. Habían dormido al raso y estaban entumecidos. Cargaron el macuto y prosiguieron en dirección este; desconocían el fatal final de sus parientes y vecinos. Les pareció ver una nube de polvo que se acercaba por el camino y se escondieron en un desnivel cercano.
La polvareda tomó la forma de un vehículo. Detuvieron el latir de sus corazones con la esperanza de que, quien fuese, pasara de largo y pudieran proseguir su huida. Por fatalidad uno de los ocupantes de la camioneta les vio. Trataron de correr campo a través, pero otro grupo de guardias civiles uniformados les cerró el paso. Cabizbajos,
subieron a la camioneta que ronroneó sobre la tierra seca mientras daba la vuelta en dirección Zaragoza. Esta vez el destino fue la cárcel de Torrero, donde les esperaría una parodia de juicio y la pena de muerte. Años después, podrían contar a sus hijos sus estancias carcelarias, la sorprendente conmutación de la máxima pena y la angustia de aquel terrible día. El destino les permitió ser la voz de los otros seis, injustamente ejecutados.
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Hitler en París

En Pingüinos en París se cuenta la visita que hizo Adolfo Hitler a París, después de la toma de la ciudad por los alemanes.

El dictador alemán visito la capital francesa un 28 de junio de 1940, por lo que el próximo jueves se cumplirán 78 años de la indeseada visita. Algunos historiadores nominan este día como: El día de la bestia.

 

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En París ondeaban las banderas de la esvástica.

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En la novela se detalla esta visita y la impresión que causo a franceses, residentes en la capital y ocupantes.

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París, totalmente vigilado.

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Un sueño hitleriano.

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Sin embargo, su primera parado fue la Opera Garnier

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Visitando la tumba de Napoleón I

Un reportaje francés cuenta esta visita.

 

 

La visita contada por los alemanes:

La toma del Nido del Águila de Hitler.

Aunque la novela Pingüinos en París termina con la liberación de la capital francesa por La Nueve, la famosa compañía siguió combatiendo por Europa hasta el final de la guerra. Uno de sus últimos episodios fue la llegada de la 2DB hasta Berchtesgaden en los Alpes Austriacos, y la toma de Berghof y el Nido del Águila del dictador nazi, ahora hará setenta y tres  años.

 

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Hitler desde su atalaya de Berghof

Recostada sobre el cerro Obersaizberg y cercana a la ciudad bávara de Berchtesgaden, situada a más de  1.800 metros de altura, se encuentra Berghof, el lugar donde el Partido Nazi (Martín Bormann fue el gran maestro de obras) modernizó el antiguo chalet de Hitler convirtiéndolo en el segundo cuartel general de dictador. En los mismos parajes y con ocasión de su 50 cumpleaños, le obsequiaron con el famoso chalet Adierhorst (Nido del Águila), situado en la cumbre del monte Kehistein, a 2000 metros. El Berghof y el  Adierhorst estaban comunicados por un camino asfaltado de 7 kilómetros y  se ascendía al Nido del Águila por un ascensor adicional enclavado en la roca viva, provisto de ventilación especial.

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Entrada de Berghof en Obersaizberg.

Existe mucha controversia sobre quienes fueron los primeros en alcanzar la residencia del jerarca nazi. Los franceses asegurar que fue el capitán Touyéres de la 2DB quien llegó el primero a la residencia hitleriana. Esta versión queda ampliada cuando la crónicas cuentan que las secciones 1 y 2 de La Nueve le acompañaron a su llegada a Berghof.  Como así cuenta Moreno y Martín Bernal, jefes de ambas secciones.

El caso es que, por aquel entonces, ya sólo restaban 16 españoles en La Nueve de los 146 que desembarcaron en Utah en julio del 44. Algo más de setenta de ellos curaban sus heridas en distintos hospitales aliados y el resto descansaba eternamente en los frentes de batalla desde Écouché a Inzell y Weissbach .

Dicen los franceses:  Sin perder tiempo, en cuanto se le autorizó, el capitán Touyéres tomó el volante de su Jeep «FRANCE», conducido por François Borg, un francés de Túnez,  sube a OBERSALZBERG por una carretera muy sinuosa. No hay rastro de ninguna presencia estadounidense.,,

El capitán Touyéres  y el brigada Borg continúan la ascensión. Encuentran una columna de las Juventudes Hitlerianas con 30 componentes blandiendo una bandera blanca. Touyéres   les hace tirar sus armas al barranco y bajar a Berchtesgaden…

Touyéres  y Borg continúan su ascenso y llegan al corazón mismo de la guarida de Hitler en Berghof.

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Berghof Foto: Librería del Estado de Baviera.

 

Por su parte, los norteamericanos aseguran que:  El 4 de mayo, el Tercera División de Infantería llegó a la ciudad balneario de Berchtesgaden y de allí tomó un camino estrecho, girando a unas pocas millas hasta Obersalzberg,  Y manifiestan que cuando llegaron los franceses el 7º regimiento de la 3ª Division de Infantería, ya estaba allí.

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Tropas norteamericanas en el Nido del águila

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Según Pratt Sherman, el teniente coronel de Ejército de los EE.UU. comandante de la compañía L del 7 reg. de Infantería, los franceses llegaron 4 horas después y los de la airborne101, 16 horas mas tarde. Los norteamericanos quedaron como fuerza de ocupación de Obersalzberg y  convierten la zona y en particular Berghof en un lugar de reposo para las tropas  yankees.

norteamericanos en el Nido

 

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El caso es que Federico Moreno y Martín Bernal cuentan que sus secciones tienen que vencer una dura resistencia en el pueblo de Inzell y destruir un puente en Weissbach y luego (probablemente el 3 de mayo) llegan con Touyéres  con sus secciones a Berghof y al Nido del Águila, donde Bernal se desbebe en el sillón de Hitler, ese floreado que aparece en todos los reportajes, anécdota contada repetidamente a sus familiares de Zaragoza ,que a su vez me la han contado a mí.  Otro componente la La Nueve se queda con el ajedrez del dictador, que luego vende a un soldado norteamericano. Ángel Rodriguez Leira, López Cariño, el mejor cañonero de  La Nueve, se quedó con las sábanas de Hitler. También me costa, porque me lo ha contado su hijo, residente en la Isla de la Reunión, que su padre, Sanchís,  guardó un juego de té de Berghof que él todavía conserva.  Lo que demuestra que los de La Nueve fueron de los primeros en llegar… o los más rápidos.

Nido del Aguila

Dibujo del propio Hitler del interior del Nido del águila, con el famoso sillón floreado de Bernal.

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El sábado 5 de mayo una gran bandera tricolor cuelga, al fin, sobre el Nido del Águila.

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El lugar en la actualidad.

 

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