Luise Rainer, ganadora de dos Oscar es otro de los personajes que aparecen en la novela. Aquí os dejo algo de su historia y algún párrafo de sus apariciones en el libro.
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Luise Rainer fue una estrella del cine y del teatro nacionalizada en Estados Unidos pero nacida el 12 de enero de 1910 en Düsseldorf (Alemania). En 1935 se mudó a Hollywood por temor a su ascendencia judía. Su primera película en el cine americano fue en Escapade. En sus dos películas siguientes ganó sendos Oscar consecutivos. El primero de ellos por El gran Ziegfeld (1936) donde interpretaba a Anna Held y el segundo por La buena tierra (1937), donde interpretaba a la resignada campesina O-Lan. Fue una entusiasta defensora de la República Española, recogiendo fondos para ayudar a los niños españoles. Falleció en Londres el 30 de diciembre de 2014.
En una de las mesas del Biltmore Hotel, Louis B. Mayer todavía confiaba en que la Metro se llevaría alguna de las estatuillas. Hubiera querido que Luise estuviese allí, no consideraría ninguna vergüenza que su pupila fuese derrotada por la Lombard, además confiaba en que El Gran Ziegfeld obtuviera el premio a la mejor película. Comentaba nerviosamente con su esposa Margaret Shenberg y con el jefe de publicidad de la MGM, Howard Strickling, los pormenores de la velada. Desde el improvisado escenario, el maestro de ceremonias George Jessel iba anunciando los premios. Al llegar al de mejor actriz pidió a Bette Davis, vencedora el año anterior, que hiciera la entrega de la estatuilla a la nueva ganadora. El nombre de Luise Rainer sonó fuerte y potente en toda la sala. Mayer pegó un brinco y ordenó a Howard que saliera pitando para traerse a Luise a la ceremonia, mientras rogaba a Jessel que continuara con el resto de los premiados hasta que llegara su actriz.
Fragmento de «Pingüinos en París (Bajo dos tricolores)»
Su boda en 1945
Nicoletta Cervi trató de imaginar el rostro de su amiga: sereno y sonriente a la par, dos cualidades que la habían convertido en su día en una gran estrella del teatro y del celuloide. Notó la impaciencia de su interlocutora a través del auricular y prosiguió con la narración para que su amiga no perdiera detalle.
– Están formadas varias unidades del ejército y la banda de L’Armée interpreta una nueva pieza. Espera, ahora llega Anne Hidalgo, ¿recuerdas que te hablé de ella?
– Imagino lo orgullosa que se sentirá. ¿Y nuestra bandera?
– Sí, Luise, ondea junto a la francesa como en los dos años anteriores, hay estandartes de regimientos franceses y de asociaciones de combatientes…
Escuchó gemir al otro lado del teléfono. – No llores Luise, es todo muy bonito.
– Perdona Nicoletta, cuando superas la centena cada vez cuesta más retener las lágrimas… de alegría. Me viene a la memoria una frase de aquel director sueco…
– ¿Ingmar Bergman?
– El mismo. Solía decir poco más o menos que envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena.
Fragmento de «Pingüinos en París (Bajo dos tricolores)»
Segundo Oscar
Primer Oscar
Aquel año habían sido nominadas para mejor actriz una pléyade de estrellas hollywoodienses que eclipsaban a las celestiales, entre ellas Carole Lombard por su interpretación en la película Al servicio de las damas. Algunos medios de comunicación pronosticaban su triunfo; iba a conseguir su primer trofeo de la Academia. En el salón del Biltmore Hotel de Los Ángeles, todos los invitados estaban pendientes de la actriz. Su papel en el film merecía muchos menos elogios que su imagen encantadora y radiante que había conseguido cautivar al mismísimo Clark Gable, desde que habían coincidido en el rodaje de Casada por azar.
En su casa, Luise Rainer, observaba a lo lejos las luces del Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del río Porciúncula, como la bautizaron sus fundadores españoles, y a la que ahora todo el mundo conocía como Los Ángeles. Imaginaba la Grand Avenue repleta de un público enfervorizado y a los invitados al acto impacientes por conocer a los ganadores. Su jefe Louis B. Mayer había insistido hasta la saciedad para que asistiera a la entrega de premios, no en balde ella también estaba nominada a la mejor actriz por El Gran Ziegfeld. Sin embargo, convencida de que el premio recaería en Carole, prefería disfrutar de una velada tranquila con su esposo Clifford. Sus certidumbres tenían una base sólida, pese a estar muy satisfecha con su papel. Era, tan solo, su segunda película, el primer musical, y la Lombard una rutilante estrella con docena y media de exitosas películas en su haber y convertida en protagonista de La reina de Nueva York. Sabía que Hollywood era un mundo difícil y ella apenas hacía dos años que había aterrizado en los Estados Unidos. Por otra parte, era conocida por su apoyo a la causa republicana española y el mundo del cine desconfiaba de su ascendencia alemana. Un coctel demasiado explosivo para ser saboreado sin atragantarse por el público americano, complaciente con divorcios, infidelidades y escándalos, pero poco indulgente con los temas políticos y las ideas progresistas.
Fragmento de «Pingüinos en París (Bajo dos tricolores)»
La famosa foto que le hizo Capa frente L’Opera Garnier de París
Les propuso acompañarle a un reportaje fotográfico para Luise Rainer, una estrella de Hollywood, alemana y judía como Gerda, ahora residente en los Estados Unidos donde había ganado dos Oscar en los años 1936 y 1937. Ellos aceptaron gustosos la invitación, conocían la fama de Luise como ferviente defensora de la República Española y que gracias a su ayuda Joris Ivens había podido rodar en el 37, Spanish Earth, un documental sobre la guerra española y que costó una discusión entre sus dos guionistas John Dos Passos y Ernest Hemingway, quien, además, prestaría su voz como narrador.
Fragmento de «Pingüinos en París (Bajo dos tricolores)»
Frente a su estrella en el Paseo de la Fama de Los Ángeles.
Con Albert Einsten
Con otras estrellas
Con Charlie Chaplin
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